viernes, 2 de noviembre de 2012

KOLMANSKOP: UNA UTOPÍA EN EL DESIERTO



Hola, amigos. Los desiertos siempre han estado, por razones obvias, entre los lugares más inhóspitos del planeta. Y el ser humano siempre los ha evitado, a no ser que existan unas mínimas condiciones de habitabilidad, como en los oasis, que sean un paso obligatorio, o que en ellos se encuentre algo realmente tan valioso que merezca la pena el esfuerzo de permanecer en ellos. Y esto último es lo que nos da pie, siguiendo nuestra serie de utopías, para adentrarnos en la peculiar historia de la ciudad de Kolmanskop, una utopía europea en medio de las arenas del desierto de Namibia, en el corazón de África.



La costa suroeste de Namibia era ya conocida por su riqueza pesquera a fines del siglo XIX. Y allí, en 1883, el comerciante alemán Adolf Lüderitz compró una antigua ensenada portuguesa llamada Agra Pequena, donde fundó una base comercial a la que, poseído por un arrebato de imaginación, llamó Lüderitz, igualito que su padre. Posteriormente, el Imperio Alemán reclamaría sus "derechos" sobre todo el territorio de Namibia, que se adjudicó como colonia desde 1884.


Lüderitz en una imagen reciente


Lüderitz creció con salud, y se convirtió en una próspera ciudad desde la que se empezó a construir un ferrocarril para conectarla con el interior del país, en los primeros años del siglo XX, sustituyendo el tráfico de carretas. No muy lejos de allí, años atrás, a un transportista llamado Kolman se le había atascado su carreta en medio de la arena, y allí la abandonó. De modo que, al quedar la carreta como un elemento destacado en el paisaje, el lugar fue llamado por los colonos afrikáans (holandeses) como Kolmanskop (= la colina de Kolman). 



En abril de 1908, la construcción del ferrocarril transcurría ya por las cercanías de Kolmanskop. Y entonces fue cuando un descubrimiento casual transformaría para siempre el destino de aquel paraje. Un trabajador llamado Zacharias Lewala recogió de entre las arenas una piedra reluciente que mostró a su capataz, August Stauch. La piedra fue sometida inmediatamente a un estudio geológico que confirmó las sospechas de Stauch: se trataba de un diamante. ¡Un diamante!. La noticia corrió como la pólvora, y en pocos meses el lugar se llenó de hombres y mujeres llegados de todas partes que rebuscaban azarosamente entre cada centímetro de arena, con la ilusión de encontrar el pedrusco que les arreglara la vida.



Pero la alegría duró poco. En septiembre de ese mismo año, el gobierno colonial alemán decidió tomar el control del asunto, y declaró como “zona prohibida” (Sperrgebiet) el territorio de Kolmanskop y sus alrededores, cuya superficie abarcaba unos 26.000 Km2. Desde ese momento, la entrada sin permiso quedaba terminantemente prohibida. Y los yacimientos diamantíferos recién descubiertos pasaron a ser explotados a partir de esa fecha, y en exclusiva, por la Deustche Diamantengesellschaft, o, mejor dicho, por los mineros que fueron contratados por esta empresa gubernamental.


Trabajos de extracción de diamantes en Namibia

La ciudad en sus inicios
Entonces fue cuando, en las cercanías de los yacimientos, comenzó a levantarse la pequeña ciudad de Kolmanskop, concebida como asentamiento permanente para los mineros y sus familias, y para los gestores de la explotación.  Y entre las arenas namibias comenzaron a surgir las nuevas edificaciones en el más puro estilo centroeuropeo.




Ni que decir tiene que el negocio resultó ser sumamente lucrativo, y en el año 1915 se logró extraer 1 tonelada de diamantes en bruto. Los enormes beneficios reportados por la extracción minera pronto convirtieron Kolmanskop en una de las ciudades más ricas y adelantadas de toda África.

La compañía De Beers ha reconstruido parcialmente algunos edificios
 de Kolmanskop con fines turísticos.

Hacia los años 20, cuando la colonia de Namibia ya había pasado a ser administrada por el dominio británico de Sudáfrica, Kolmanskop alcanzó su máximo florecimiento. Por entonces, el primer tranvía que existió en África la conectaba con Lüderitz. Y en Kolmanskop, como ciudad rica que era, es de comprender que había de todo y que no faltaba de nada. Contaba con lujosas viviendas, central eléctrica, escuela, gimnasio, clubes recreativos, teatro, casino, bolera, carnicería, panadería, y hasta una fábrica de muebles y otra de hielo. En su magnífico hospital había incluso un aparato de rayos X, una auténtica extravagancia tecnológica para la época.




No obstante, este cuento de hadas tenía también su lado perverso, porque los rayos X, más que por razones médicas, eran usados principalmente para registrar el “interior” de los mineros, por si se les ocurría tragarse algún diamante. Las condiciones laborales de los trabajadores, muchos de ellos pertenecientes al pueblo Oshiwambo, eran, además, pésimas, y agravadas por las inclemencias del desierto. Kolmanskop tampoco se libró del Apartheid.


Pero, con el paso de los años, la producción minera fue decayendo. Al final de los años 30, aparecieron, además, otros yacimientos aún más fructíferos al sur de la “zona prohibida”, donde surgió una nueva ciudad diamantífera llamada Oranjemund (=la boca del [río] Orange), que aún existe. Desde entonces, Kolmanskop se fue despoblando, y hacia 1956, el último colono que aún quedaba abandonó definitivamente la ciudad. Y así, poco a poco, y en completo silencio, aquella Arcadia africana comenzó a ser engullida por las arenas de las que había surgido.

Vista aérea actual de Kolmanskop, según Google Earth





Aspecto reciente de algunos edificios de Kolmanskop

Echando un vistazo a la actual Oranjemund podemos hacernos una idea de cómo fue Kolmanskop en sus años gloriosos. La diferencia es que es, además, una ciudad fronteriza. A ella sólo pueden entrar los trabajadores y sus familiares. Y, a pesar de ser un paso fronterizo, sólo pueden acceder a ella las personas que dispongan de pases de autorización de De Beers, no vaya a ser que se les pierda un pedrusco.
Vista aérea de Oranjemund, junto al río Orange y el océano Atlántico
Aquí un poco más cerca
Y en primer plano


Seguramente, al tratarse de una ciudad minera, el destino de Kolmanskop ya estaba escrito desde el día en que nació. Pero al verla ahora así, en ruinas, casi oculta bajo las arenas, nos hace pensar sobre el destino que depara a toda codicia humana, a toda ambición desmedida, a todo intento de alcanzar el cielo de la riqueza material, y a costa de cualquier precio. Polvo serán y nada más, barrido por el viento, en la desolada y seca inmensidad del desierto (… interior).





"Una gran ciudad es un gran desierto"

(Proverbio chino)


Los chicos y chicas de Tinariwen, posando al estilo "Leivovitz"

Y hoy, fieles a nuestro propósito de abrirnos a otras realidades, a otras formas de entendimiento, les dejo con los sonidos del Gran Desierto. Los chicos y chicas de la banda malí Tinariwen nos traen esta hermosa canción, de las que remueven conciencias, en la ancestral lengua tuareg-bereber, titulada: "Amassakul n teneré" (El viajero solitario del desierto), acompañada de los impresionantes paisajes saharianos. Y no se olviden de que ni todos los diamantes relucen a primera vista, ni todo lo que reluce es un diamante.




♪♫"Yo soy un viajero solitario del desierto. No es nada especial. Puedo soportar el viento, puedo soportar la sed y el sol. Sé cómo dirigirme y caminar hasta la puesta del sol. En el desierto, llano y vacío, nada se regala. Mi cabeza está alerta, despierta. He subido y he bajado las montañas donde nací. Yo sé en qué cuevas se esconde el agua. Estas inquietudes son mis amigas. Guardo relación familiar con ellas. Dan luz a las historias de mi vida. Vosotros, que estáis organizados, unidos, marchando juntos de la mano, vais por un camino vacío de sentido. En verdad estáis solos."  


Saludos.

jueves, 7 de junio de 2012

VISITANTES DE LEYENDA (2): MEMORIAS DE LA ATLÁNTIDA





Los últimos meses se habían vuelto muy difíciles para Agatha Christie. A sus 36 años había perdido completamente las ganas de vivir. Todo se le había juntado. Su marido Archibald se había ido de la casa en diciembre: amaba a otra mujer, y le había pedido el divorcio. Su querida madre acababa de morir, dejándola desolada. Las deudas la acorralaban, y los periódicos especulaban sobre su reciente y misteriosa desaparición. Había dejado de escribir: no podía sacar nada de su inmenso vacío interior. Y el frío invierno sólo acababa de empezar… A finales de enero, en compañía de su hija Rosalind y su secretaria Charlotte, decidió subir a un barco para marcharse lejos, muy lejos…


El 4 de febrero de 1927, el barco llegó al puerto de Santa Cruz de Tenerife, y desde allí partió hacia el interior de la isla, hacia el Valle de la Orotava. Las dos damas y la niña se alojaron allí mismo, en el Hotel Taoro. Se cuenta que fue una cosa repentina, aunque quizás pasaron algunos días, pero en aquel lejano y extraño lugar Agatha se sintió renacer de sus cenizas. Parece ser que el cambio de las frías brumas de Inglaterra por la luz del sol y la energía oceánica de los vientos alisios resultó como un bálsamo regenerador para su alma.


Comenzó a recordar que era escritora, y decidió poner de nuevo la mente a trabajar. Sintió otra vez ganas de escribir y de verlo todo. Allí mismo se dispuso retomar la redacción de “El misterio del tren azul”, una obra que había dejado a medio. El lugar le resultó sumamente inspirador. El valle en aquella época era un inmenso platanar cuyo verdor se perdía en el horizonte, y a los pies de la imponente mole del volcán Teide, la cima del Atlántico. Agatha sintió también interés por las edificaciones rurales, por las calles del pueblo y, sobre todo, por los jardines, los del hotel y otros cercanos. En uno de sus paseos, un jardín llamado “Sitio Litre” le resultó especialmente asombroso, donde vio plantas que para ella eran completamente extrañas y llamativas. 

El jardín Sitio Litre en la actualidad

También, naturalmente, su instinto observador se centró en la gente. Durante su estancia en el hotel entabló una especial amistad con el jardinero, que le obsequiaba un ramo de flores cada día. Era un hombre conocido como Manuel el de los Machangos (llamado así porque había sido el cuidador de los chimpancés del célebre psicólogo Wolfgang Köhler y su mujer Eva, en su Casa Amarilla), y pasó a figurar como uno de los personajes de su nueva obra: “El Enigmático Mr. Quin”, inspirada en aquel lugar. 

En este rincón del jardín Sitio Litre se recuerda el paso de Agatha Christie por allí


Pasaron los días, y Agatha ya se sentía mucho mejor, pero echaba de menos nadar en el mar, y en la costa rocosa del norte de la isla el baño era muy peligroso. El 27 de febrero, las tres inglesas tomaron el vapor que las condujo a la cercana isla de Gran Canaria. Allí, en la ciudad de Las Palmas, se alojaron en el Hotel Metropole. La ciudad era un lugar muy distinto a lo que había dejado atrás, cosmopolita, bulliciosa, y con un puerto en el que recalaban barcos de todo el mundo: toda una fuente inagotable de sensaciones para su agudo instinto observador. Y, por fin, pudo bajar a la playa y darse su bautizo de “recién nacida”. Se especula sobre si también practicó surfing, deporte que ya conocía, y del que fue una de las primeras europeas en practicar. 

"El clima es suave y soleado, excelente playa (...), y la vida del puerto me
atraía sobremanera. Barcos del todo el mundo atracan en Las Palmas.
Yo acostumbraba a pasear por el muelle cada mañana"


Los jefes de las tribus saharauis de visita en la ciudad
Le llamó la atención el trasiego de viajeros de todas las lenguas y razas que se alojaban en su hotel, el bullicio constante del puerto de La Luz, y, en contraste, la quietud de los pueblos del interior de la isla, que también se interesó por visitar. Y contemplando aquellos pueblos perdidos entre montañas, silenciosos y llenos de misterios, en la mente de Agatha nació Miss Marple, uno de sus personajes más célebres y conocidos, que estaba inspirada en su propia abuela, y que apareció por primera vez en una obra que empezó a escribir en Gran Canaria: “Miss Marple y los trece problemas”.

Interior de Gran Canaria hacia 1927. Aquí "nació" Miss Marple

Entonces decidió volver. El 4 de marzo de 1927, la escritora y sus dos acompañantes tomaron el barco de regreso a la fría Inglaterra. Agatha Christie que, andando el tiempo, llegaría a convertirse en una de las escritoras más exitosas de la lengua inglesa, nunca olvidaría aquella experiencia vivificante y  transformadora, y llevaría para siempre en su corazón la tierra donde nació por segunda vez.

"Aprendí que no se puede dar marcha atrás, que la esencia de la vida es ir
hacia delante. La vida, en realidad, es una calle de sentido único"

Muchos años después, en diciembre de 1954, el director de cine norteamericano John Huston se instaló con todo su equipo en la ciudad de Las Palmas para rodar parte de las escenas de su película “Moby Dick”, huyendo de las frías aguas británicas. Con él llegó el protagonista, Gregory Peck. El equipo se alojó en el Hotel Madrid, y a John Huston se le concedió el dudoso honor de ocupar la misma habitación donde había estado el dictador Franco el día que se alzó contra la República. 

Primeras impresiones de John Huston al llegar al hotel

Mientras tanto, se inició la construcción de la maqueta de la célebre ballena blanca. 

Moby Dick fue construida en unos astilleros cercanos al Puerto de La Luz
"No tengas miedo, niña, que no muerde"

Gregory Peck es recibido en el estadio de fútbol, donde
fue invitado a hacer un saque de honor
Fue un acontecimiento que no pasó desapercibido, todos los días no se podía ver cómo se hacía una película, y fueron muchos los curiosos que se acercaron a contemplar los rodajes. La sintonía con los lugareños fue tal que el equipo de rodaje se integró rápidamente en la vida social de la ciudad. Se cuenta que Gregory Peck se mostró especialmente amable y cercano con todos, y fueron muy comentadas las juergas que se pegaba con John Huston por los bares de la ciudad. Los productores, por su parte, en respuesta a la cálida acogida, donaron una considerable cantidad de dinero a una institución benéfica para su campaña navideña.

El Capitán Ahab entre admiradores

Pero, obviamente, también había mucho trabajo que hacer, y los rodajes fueron muy duros.


El director John Huston durante el rodaje de "Moby Dick"
Al terminar el rodaje, el Capitán Ahab vuelve a ser Gregory Peck
A principios de 1955, terminado el trabajo, el equipo abandonó la cuidad. “Moby Dick” se convertiría en un éxito taquillero y en una de las películas más carismáticas de la historia del cine.


Justo diez años después, los productores de “Hace un millón de años”, dirigida por el británico Don Chaffey, otra película legendaria donde las haya, se trasladaron a las Islas Canarias para rodar las escenas de exteriores. Los paisajes volcánicos de Tenerife y Lanzarote, con su apariencia primitiva, y la vegetación de aspecto antediluviano eran el marco perfecto para situar esta historia ambientada en un tiempo lejano y primitivo. 

Los Llanos de Ucanca en el Parque Nacional del Teide,
igual que  "hace un millón de años"

Y con el equipo llegó la actriz Raquel Welch, protagonista de la película, a la que el también célebre y carismático bloguero jalisquense Álvaro Locx dedicó un artículo en su Epistolario. En el montaje, las escenas de exterior se complementarían con las animaciones en los estudios de la  productora Hammer

Raquel Welch (Loana), rodeada de monstruos


Como correspondía a la época en la que se situaba la acción, Raquel llevaba en todo momento como único vestido el conocido como “el primer biquini de la Humanidad”. Pero aquel simple biquini de piel tapaba poco y abrigaba aún menos, con lo cual los rodajes se hicieron muy duros. Hasta el punto de que Raquel Welch, mientras rodaba en las Cañadas del Teide (Tenerife), a casi 3000 metros de altura, sufrió un resfriado que derivó en una neumonía, por lo que tuvo que ser hospitalizada de urgencia durante varios días. Afortunadamente sobrevivió, pero esa imagen que, andando el tiempo, se convertiría en el póster más vendido de todos los tiempos, casi le cuesta la vida.



En el año 2001, Raquel Welch fue invitada al Festival de Cine de Las Palmas, donde recibió un homenaje especial. Según contó ella para la ocasión: “Estábamos junto a Teide, muy cerca de la nieve, y los cámaras se congelaban, mientras yo tenía que posar con una especie de biquini prehistórico". Y añadió, bromeando, que el secreto de su belleza “podría residir en la hibernación a la que fui sometida en aquel rodaje”. Jajaja, Raquel, qué cachonda eres. Antes de partir, dejó su huella en el conocido como “paseo de la fama”. Pero esta vez, eso sí, más tapadita y sin poner en riesgo su salud, jeje. 




Y hoy, que nos hemos acercado a las memorias de la Atlántida, les dejo con las voces de dos auténticos atlantes de pura cepa. En el primer vídeo clip, el cantante Enzo nos interpreta su conocido tema "Libre". En el segundo, el eurovisivo Ramón del Castillo nos interpreta su famoso "Para llenarme de tí". Y en el tercero, el mismo Ramón nos deleita con su versión del clásico de The Beatles "Hey Jude", una bellísima canción que nos habla de renacimiento y superación.







Saludos.

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